COLOR

Para el gusto, los colores. Dicho refrán resume la noción de que, de todos los parámetros mediante los cuales podemos evaluar una obra de arte, el color es el más subjetivo.

El color es particularmente principal en la pintura, puesto que una obra pintada resulta del empleo de pigmentos que representan los colores con los que el cerebro humano interpreta las frecuencias de la luz. Si describimos la escultura en su definición más simple como el arte de dar forma tridimensional a los materiales, el paralelo en pintura, el arte de aplicar pigmentos en una superficie no parece llenar del todo las aspiraciones de un artista plástico que se dedica fundamentalmente a pintar. No nos referimos al contenido temático de una obra, sino más al hecho de que los pigmentos son materiales sujetos a una técnica de manejo muy diferente al comportamiento de la luz, como la utiliza, por ejemplo un artista digital.

La pintura es el arte de combinar pigmentos en una superficie plana para crear efectos de luz que sugieren formas representativas o abstractas. A diferencia del pintor, que crea efectos de luz dentro de la obra, el escultor manipula la luz real sobre la obra.

Un artista pintor no debiera olvidar que su arte no es el de aplicar pigmentos y nada más, sino crear la ilusión de luz mediante la aplicación de pigmentos en una superficie. Por lo tanto, aunque la preferencia de colores, tanto para el artista como para el espectador, esté sujeta al gusto, es posible evaluar el nivel de logro en la combinación de pigmentos de varios matices que realcen la expresividad y belleza de la obra, como la orquestación realza la expresividad y belleza de una composición musical. Para lograrlo, es necesario conseguir tonos y valores que den la ilusión de que la luz emerge de la propia obra, sea esta realista o abstracta.

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